La vida sin música es algo inconcebible. Son dos cosas indisociables, al menos, para nosotros. Por lo que todo este tiempo sin haber podido disfrutar de esas sensaciones que nos regala el directo ha sido demasiado largo.
Para un momento tan especial como el de romper el silencio de tantos meses se necesitaba a un músico muy concreto. Alguien que nos diese cierta paz, pero que fuese capaz de alcanzar nuestras almas sin necesidad de acariciarnos más allá que con su música y su calidez. Esto es lo que sucede en los conciertos de nuestro grandísimo anfitrión, Andrés Suárez.
La sala Aguere Cultural supo cómo adaptar el espacio para sentirnos seguros en un ambiente íntimo, idóneo para la velada que nos disponíamos a vivir. Cuando se bajaron las luces, a más de uno se nos erizó la piel por el recuerdo, por volver a estar viviéndolo. Solamente nos acompañaban unas pequeñas luces, símil de luciérnaga, encima de las mesas para que Andrés pudiera intuir el camino desde Galicia hasta cada uno de nuestros corazones.
El cantautor supo qué temas traer entre las cuerdas para emocionarnos, para erizarnos la piel evocando viejos amores. Inevitable rememorar pequeños momentos que se habían quedado aparcados en el pasado, pero que en ese momento olían a pan reciente. Andrés tiene un superpoder con el que pocos cuentan y es que parece haber buceado en todas y cada una de nuestras vidas y va desnudándonos, poco a poco, el alma.
Es esa morriña tan gallega de volvernos a sentir cerca lo que nos transmitió, pero sabiendo dejar de lado la tristeza; solo se respiraba esperanza y ganas de salir adelante. Los ojos de cada uno de nosotros han aprendido su propio idioma y parecía que entre nuestras miradas podíamos sentir esas sonrisas, esas lágrimas furtivas entremezcladas con la voz del cantautor.
El directo de Andrés es de estos que te dejan con ganas, siempre, de más. Jamás dejarías de escucharle, ya que emociona incluso más que en los trabajos de estudio. Dispone de cierta magia que te atrapa y te envuelve.
Andrés Suárez es un trovador moderno, pero que parece haber tenido acceso a todas sus vidas pasadas. Sobre todo, a los amores. Aunque, quizá, si cada uno de nosotros no recordamos nuestras vidas pasadas sea porque no podríamos soportar el dolor que, a veces, provoca la pasión sin traducirlo a letras y acordes.